Cada año, millones de aves migratorias emprenden viajes impresionantes de miles de kilómetros, atravesando continentes, océanos y desiertos para llegar a sus zonas de cría o de invernada.
Estos desplazamientos no solo requieren resistencia física, sino también una extraordinaria capacidad de orientación.
Para conseguirlo, disponen de brújulas naturales internas, sistemas de navegación biológicos que combinan información del campo magnético de la Tierra, del cielo estrellado, del Sol, de los paisajes y de los olores del entorno. La naturaleza ha equipado a estas viajeras con un asombroso sentido de orientación que les permite seguir rutas precisas año tras año.