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Vigésimo año galáctico - 22 de septiembre de 2024 en la Tierra - #23
¿Qué se siente al abandonar el abrazo del Sol?
Con un 35% de batería tras 50 años
Lisa Spilker y su pequeño equipo no saben nada del viajero desde hace cinco meses, pero confían en la última artimaña que han maquinado para comunicarse con él.
Sumidos en un silencio ensordecedor, el 20 de abril de 2024 esperan con ansiedad, atisbando los monitores del Laboratorio de propulsión a reacción de la NASA.
Súbitamente, las páginas de telemetría tristemente vacías se pueblan con datos científicos y de ingeniería: ¡Voyager 1 llama a casa! ¡Y tiene buena salud!
El equipo de Voyager 1 celebra el restablecimiento de las comunicaciones con la sonda en abril de 2024. Lisa Spilker aparece en primer plano, a la derecha. Fuente: NASA/JPL-Caltech.
La sonda Voyager 1 y su gemela Voyager 2 se lanzaron en 1977. Una alineación planetaria excepcional permitió que las hermanas visitaran Júpiter y Saturno (ambas) y también Urano y Neptuno (sólo Voyager 2: la primera abandonó la eclíptica tras estudiar Saturno), en lo que se llamó el Grand Tour del Sistema Solar exterior.
Las Voyager ayudaron a comprender mejor la estructura y dinámica de los sistemas de anillos planetarios, descubrieron los de Júpiter y Urano, y realizaron mediciones detalladas de las atmósferas de los planetas exteriores.
Voyager 1 descubrió volcanes activos en Ío y nuevos satélites alrededor de Saturno, incluidas algunas lunas pastoras incrustadas en sus anillos.
Por su parte, Voyager 2, la única emisaria que hemos enviado a los gigantes de hielo, también identificó nuevos satélites orbitando a ambos, la Gran Mancha Oscura de Neptuno, y reveló que ambos planetas tienen campos magnéticos muy inclinados respecto a sus ejes de rotación.
Trayectoria aparente desde la Tierra de la sonda Voyager 1. Obsérvese como se separa de la eclíptica tras su encuentro con Saturno en 1981, rumbo a la constelación de Ofiuco. Fuente: Wikimedia.
Tras abordar con éxito su misión primaria, las operaciones de las Voyager se extendieron con la llamada misión VIM (Voyager Interstellar Mission).
Tras un periplo de casi 50 años, y a pesar del envejecimiento de los componentes, los impactos contra micrometeoroides, la disminución de la potencia eléctrica (aproximadamente a un tercio de la original) y la reducción drástica del personal que las mantiene, las sondas Voyager son los únicos ingenios humanos que han abandonado la heliosfera (New Horizons lo hará en 2040), adentrándose en el espacio interestelar, proporcionando valiosísima información sobre el entorno más allá de la influencia del Sol.
A la escala del Sistema Solar de Ciudad Rodrigo, Voyager 1 se encuentra en Salamanca, en cuya plaza de La Merced la agrupación astronómica de Ciudad Rodrigo ha instalado una maqueta de la sonda. Fuente: Astróbriga.
En 1990, Voyager 1 nos regaló una perspectiva única, capturando la icónica imagen de la Tierra como Un punto azul pálido, un pequeño destello en la vastedad del cosmos. Esta fotografía, un recordatorio de nuestra fragilidad y unidad en el Universo, sigue inspirando generaciones.
Las heroicas sondas Voyager portan los Sonidos de la Tierra en sendos discos de oro y, contra todo pronóstico, siguen enviando sus señales desde el abismo interestelar, recordándonos que, aunque lejos de casa, siempre habrá una conexión entre la humanidad y las estrellas.
Versión reprocesada de Un punto azul pálido realizada por la NASA para celebrar el 30 aniversario de la imagen. Fuente: Wikimedia, NASA/JPL-Caltech.
Para saber más
Cápsula realizada por
Juan Carlos Gil Montoro
Las astrocápsulas son una iniciativa de la FAAE